DOS MIL VEINTE
Suena la batería en el
balcón
acallando a las cacerolas.
Llora la guitarra
eléctrica,
su melodía de reproches,
mientras la humareda del
miedo
sobrevuela la ciudad.
El virus ríe.
Mezquinas carcajadas,
sangre y furia,
hilos de telaraña,
manejados por tuiteros,
héroes y mascarillas.
Amanece dos mil veinte.
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