martes, 1 de julio de 2014

PRIMERIZA


 

 

 

PRIMERIZA

 

 

El sueño iba y venía sin llegar a convertirse en pesadilla. El caso es que ya era incapaz de controlarlo cuando ella intervino:

 

“Es que soy primeriza”

 

Recapitulemos: Todo comenzó con una, -en apariencia inocente-, reunión de amigos. Esa noche todo parecía fluir, los parámetros seguían el guión previsto y como de costumbre, la cena acabó convertida en una aventura surrealista a través los vericuetos nocturnos de la ciudad.

Las copas se sucedieron mientras la noche cálida de septiembre envolvía poco a poco los sentidos de los cinco amigos, que decidieron tomar otra copa en una terraza del barrio del Carmen.

 

La conversación transcurría chispeante, el calor se disipaba lentamente y los parámetros seguían el guión previsto, hasta que de repente: apareció ella.

La camarera sonriente, insinuante, rodeaba la mesa en una especie de contenido movimiento erótico, ella no sólo sirvió las copas y conversó con los cinco hasta la madrugada, también les dijo que estaban a punto de cerrar pero que les rogaba que no se fueran.

 

En cuanto cerraron, no tardó en citarlos a un encuentro privado en el interior del local, ya vacío. Su cuerpo desnudo refulgía a la luz tenue del bar, bailando encima de la barra, sus hermosos pechos oscilaban orgullosos al ritmo de la música y ya se despojaba del diminuto tanga, que se atascaba en los tobillos mientras sonreía y decía con una sonrisa entre pícara y modesta: “Es que soy primeriza”, cuando  de pronto, todos despertaron en el interior de los simuladores de la Corporación.

 

Nada pude hacer para recuperar sus cuerpos virtuales. ¿Sabotaje? No, no creo, simple torpeza o inexperiencia... El programa de sexo onírico, (el producto estrella de la Corporación Comercial del Sistema), había sido interrumpido abruptamente por culpa de uno de los soñadores, en este caso por la única soñadora y los cinco holo androides varones se habían quedado conectados a una especie de “limbo” virtual del que ya no podían despertar.

Claro que tampoco parecían desearlo.