MENTIRAS
¿El
desengaño? Es sufrimiento en buena parte, pero también es conocimiento.
Sufro
como un niño sí, sufro porque no existe un lugar llamado Utopía, ni puedo
atravesar Avalón a caballo, ni se puede recuperar el paraíso perdido, ni
viajaré jamás al país de nunca jamás… sufro porque no siempre gana el bueno,
porque no hay príncipe azul, ni princesa perfecta, ni Reyes Magos, ni ratoncito
Pérez, ni final feliz… ─ O tal vez sí que existan ─ (Recuerda: hay muchos
mundos pero están en éste).
Es
mejor saber la verdad (¿seguro?), pero yo sufro porque los héroes tienen un
lado oscuro. Sufro porque no soy quien quisiera ser.
No
soy el héroe que imaginé de niño (¿o sí lo soy?), Puede que sea otro diferente
al que imaginé, a lo mejor hay que ser un héroe para sobrevivir siendo
consciente de la inevitable enfermedad, de la muerte y del destino que nos
espera a todos.
¿Me
pedí demasiado a mí mismo? ¿Sigo pidiéndomelo?
¿La verdad? A
veces me obsesiona, la he perseguido y la persigo, y en el fondo, sospecho que
los Reyes Magos sí que existen y el ángel de la guarda también y además,
muchas, muchas, muchas… demasiadas veces, la verdad pesa como un ataúd, podría
preferir una hermosa mentira a una verdad horrible. Podría, pero no lo hago.
Queridas
mentiras, mentiras hermosas como las que contamos a los niños. No sé hacer un
mundo mejor, pero sí que sé inventármelo.
Me
gustaría inventar un mundo perfecto, hasta en sus imperfecciones, me gustaría
amar y ser amado, me gustaría que nadie muriera, como en las películas y que
siempre ganara el bueno.
A
lo mejor escribo por eso, sí, en parte claro, también escribo por otros
motivos. No puedo mentirme sobre esos otros motivos.
Sin embargo
muchas veces miento y me miento a mí mismo. Tal vez con la esperanza de que las
mentiras se conviertan en verdades. Sí, a veces sucede…
¿A
veces? ¿Cómo sabemos que no vivimos dentro de una gran mentira que está dentro
de otra gran mentira, que está dentro de otra, y así hasta el infinito?
El
precio de la lucidez es el desengaño, el fin de las ilusiones, quizá de la
esperanza…es un precio demasiado caro, no quiero pagarlo.
Pero
supongamos que lo pago, supongamos que acepto que nada de lo que yo quiero
perdura. Supongamos que acepto, o que me veo obligado a aceptar esa supuesta
verdad. No quiero aceptar tan amarga verdad.
Como
dice George R Martin: Prefiero las dulces mentiras a las amargas verdades.
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