LA MUERTE
Hay un momento en la madurez, como en
las tragedias griegas, hay un momento en el que miramos de frente a
la muerte y aún así seguimos caminando hacia nuestro destino.
Sabemos que nadie recordará nuestros
nombres pero avanzamos hacia ella, conviviendo con nuestro miedo y
con nuestro valor. Ese momento tiene mucho de dignidad, de voluntad,
de amor y de rabia, ese momento preciso, es el mismo que transforma a
los héroes de las tragedias griegas, el que de verdad les da la
cualidad de héroes.
Puedes negarte a serlo, pero entonces
el precio es todavía más alto. Uno no elige del todo ser héroe,
igual que no elige nacer, ni morir.
No me refiero sólo al héroe de
Homero -aunque su destino al final es el mismo-No, los héroes a los
que me refiero son luchadores de lo cotidiano, vencen dificultades a
diario, con trabajo y sufrimiento, a base de renuncias.
Los luchadores de lo cotidiano
perfilan sus vidas, crecen poco a poco, intentan un conocimiento
global, aún sin pretenderlo, aún a oscuras. Y ello no garantiza
nada, sólo –tal vez- una muerte y una vida dignas.
Quizá eso les basta. Quizá por eso
son héroes. Aunque nadie les recuerde.
O puede que el momento clave sea ese
en el que se acepta estar viviendo una mentira.
Uno duda tanto de todo, que duda
también del sentido de su existencia, no digamos ya de la ideología,
la religión, el amor, el arte…de todas las vías que ayudan a
sobrellevar esta enorme ignorancia en la que vivimos.
La vida es corta, muy corta. Poca
gente nos recordará cuando muramos y durante poco tiempo. Esos pocos
a su vez, morirán, y con ellos se perderá el último rastro en este
escenario, en este teatro, en este guión que no hemos escrito
nosotros. Bueno, eso es lo que le pasa a todo el mundo ¿no?
Quiero creer que hay otra vida después
de la muerte. “Hay otros
mundos mi querido Morgan, pero no están en éste”.
¿Quién sabe?
Quizá sí que están en éste, quizá
se nos escapa la clave del misterio, la llave de oro, el santo grial…
Seguro que los dioses, aunque pobres,
derrotados y mortales, nos esperan en algún punto de nuestro yo.
Más allá de nuestro yo, más allá
de nuestro Karma, más allá de la muerte.
Los sueños, el corazón de la poesía,
los niños, la música del aire… no pueden perecer, no están
hechos para desaparecer, y nosotros somos parte de todo ello.
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